Santa Teresita de Lisieux y el poder de la oración
01/10/2020 | Por Acción Familia
“¡Cómo es grande el poder de la oración! Uno diría que es una reina que tiene libre acceso al rey a cada instante y que puede obtener todo lo que pide.
“¡Cómo es grande el poder de la oración! Uno diría que es una reina que tiene libre acceso al rey a cada instante y que puede obtener todo lo que pide.
Si todas las naciones deberían un día proclamarla bienaventurada, María debería sufrir antes con su Hijo, para la salvación del mundo. Madre de su Jesús, unió indisolublemente su persona a la vida, a los misterios, a los sufrimientos de Jesús para ser, en la obra de la Redención, su fiel cooperadora.
Los antiguos consideraban el nombre como una especie de símbolo de la persona, de donde, durante mucho tiempo, se haya desarrollado el uso de las iniciales, que es de algún modo el símbolo del nombre.
¿Por qué Dios permite que pasen por dificultades y derrotas quienes hacen todo para mantener la fidelidad a sus enseñanzas? ¿Por qué no les concede de inmediato la victoria?
Ella, la única en el mundo exenta de toda mancha; era un lirio de incomparable hermosura en el género humano; que debería dar alegría a la Tierra entera y a todos los coros angélicos.
Nuestra Señora, por derecho es Reina del Universo, puesto que Dios Nuestro Señor le entregó la regencia efectiva del Cielo y de la Tierra. Para los que le siguen, Ella establece un dominio que ejerce de Corazón a corazón.
En plena Edad Media, viene al mundo Hermann de Reichenau, un niño estropeado que es capaz de elevarse a las cumbres de la santidad por su filial devoción a la Santísima Virgen. Fue teólogo, científico, poeta, músico, historiador. El bienaventurado Hermann de Reichenau (1013-1054), también llamado Hermannus Contractus, fue paralítico desde niño, con muchos defectos físicos,
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A propósito de la Asunción de la Virgen, una bella leyenda iluminó en otros siglos la vida de los cristianos con soberanas claridades.
La vana esperanza de que la ciencia y el progreso resolverían todos los problemas se ha visto trágicamente desmentida por dos guerras mundiales, y hoy, por una pandemia cuyos consecuencias son imprevisibles.
El 20 de julio, la Iglesia conmemora uno de los personajes más fascinantes y quizás aún más misteriosos de la historia: San Elías profeta.