Al acercarse el dÃa de la fiesta de la Inmaculada Concepción de la SantÃsima Virgen, interesa conocer la doctrina católica sobre lo que sea la “devoción” mariana.
La devoción, dice Santo Tomás de Aquino, “no es otra cosa que una voluntad pronta para entregarse a todo lo que pertenece al servicio de Dios”. La devoción, pues, radica en la intimidad del que se siente inclinado al servicio amoroso de quien le es superior, que en el caso que nos ocupa es la Madre de Dios y Madre de todos los hombres.
La verdadera devoción a MarÃa, no es un afecto estéril y pasajero, ni una vana credulidad, sino que la recta devoción a Santa MarÃa necesita de una fe viva, que lleva al amor y se traduce en imitación.
Conviene aclarar que el culto de la Madre de Dios, a través de sus imágenes o cuadros, queda bien patente que es según el sentido que se le da en la Iglesia: No se venera la imagen o el cuadro como tal, sino a la persona representada.
Los frutos de la devoción a MarÃa
Los frutos de la devoción a la SantÃsima Virgen son los siguientes:
a) Quienes la honran obtienen una mayor benevolencia de parte de MarÃa. Ella por su gran poder de intercesión, consigue mayores gracias de Dios para que vivan mejor su vida cristiana, conduciéndolos hasta las cimas de la santidad. Ella es la Reina de los Santos.
b) A los pecadores, que junto con el deseo de enmendarse la honran y se ponen bajo su protección, les alcanza la gracia de la conversión y no dejará de socorrerlos y de conducirlos a Dios. Ella es Refugio de los pecadores.
c) A quienes la invocan confiada y perseverantemente, MarÃa puede alcanzarles la gracia de la perseverancia final, don inestimable, como lo llama San AgustÃn. Y, por eso, le pedimos en el Ave MarÃa: “ruega por nosotros…en la hora de nuestra muerte”. Ella es Auxilio de los moribundos.
d) Finalmente, si tenemos en cuenta que la devoción a MarÃa se deriva de la fe en la Encarnación redentora, a mayor fe, mayor devoción y, en consecuencia, se confirman en la Iglesia los fundamentos de la fe y se desvanecen las herejÃas. Santa MarÃa es Madre de la Iglesia.
La devoción a MarÃa es señal de predestinación

Devoción: “no es otra cosa que una voluntad pronta para entregarse a todo lo que pertenece al servicio de Dios”
La verdadera devoción a la Virgen MarÃa se considera como señal cierta de predestinación. La Iglesia enseña esta consoladora verdad: “Es muy constante entre los fieles la opinión, comprobada con larga experiencia, de que ” (Benedicto XV, Carta Apostolica Inter sodalicia, 1918).
El Papa PÃo XII dice: “Tenemos por cosa averiguada que, dondequiera que la SantÃsima Madre de Dios es obsequiada con sincera y diligente piedad, allà no puede fallar la esperanza de la salvación”.
Los testimonios de la Tradición cristiana son abundantÃsimos y prueban a lo largo de la historia la convicción de la Iglesia en esta consoladora creencia.
La certeza de la salvación eterna (fruto de la auténtica devoción a MarÃa) es una seguridad de tipo moral, es decir, fortalece la Esperanza teologal. Se deriva, de una parte, de la estrecha vinculación de MarÃa con su Hijo y, de otra, del amor materno de MarÃa hacia sus hijos, que le impulsa a concederles las gracias necesarias para su salvación y, en concreto, la gracia de la perseverancia final en el bien. Por tanto, no es señal infalible de predestinación, ya que ésta sólo puede conocerse por una especial gracia y revelación de Dios.
Las practicas de devoción a la SantÃsima Virgen
La unión con Dios en el Cielo es la meta del hombre; por ello el hombre de fe acepta en el camino de su vida como venido de las manos de Dios las penas y las alegrÃas, las cosas que nos hacen sufrir y las que nos suponen dicha y, aun la muerte misma. Sin embargo, en ese camino, áspero y arduo a veces, terso y lleno de dulzura otros, hay también un atajo (senda que abrevia y facilita el camino) que es MarÃa. El Pueblo cristiano, “por inspiración sin duda del EspÃritu Santo, ha tenido siempre esta intuición divina: es más fácil llegar a Dios a través de su Madre”.
-OrÃgenes de las devociones marianas
Desde los primeros siglos de la Iglesia comenzaron a surgir devociones marianas, que el pueblo cristiano, con su repetición en tan diversos paÃses y circunstancias, fue plasmándolas en formas y costumbres que posteriormente la Iglesia recogió en la Liturgia y aprobó en su Magisterio. De ellas hay algunas que se limitan a grupos, o paÃses, o a determinadas épocas. Otras son universales y se viven por todos aquellos que quieren honrar a Nuestra Señora como “se ha hecho siempre, por todos y en todas partes” (San Vicente de Lerins).
-Las devociones marianas más destacadas
a) Las fiestas de la Virgen

“Dondequiera que la SantÃsima Madre de Dios es obsequiada con sincera y diligente piedad, allà no puede fallar la esperanza de la salvación”
En primer lugar está la participación interior (con oración y consideraciones personales) y la exterior (con asistencia a los actos de culto) de las diversas fiestas que, a lo largo del año, dedica la Iglesia para honrar a la SantÃsima Virgen. En ellas se le alaba por algún misterio de su vida: Madre de Dios, Inmaculada, la Asunción; o por alguna actuación en favor de los hombres: como Reina, Mediadora, como la Virgen Dolorosa, o Nuestra Señora del Rosario; por su manifestación singular en algún lugar donde se le venera: en Fátima, en Lourdes, el Pilar, Loreto, en la Villa de Guadalupe (México), etc.
b) El Santo Rosario
Pocas devociones son tan gratas a MarÃa como el Santo Rosario, recomendada por los Romanos PontÃfices con tanta insistencia. Innumerables son las gracias que han recibido los fieles a través de esta oración, ya sea recitada en común o personalmente. Además, es conveniente recordar que, al igual que otras prácticas de piedad, el Santo Rosario está favorecido con indulgencias: parcial, si se reza privadamente o plenaria si se hace en familia.
c) El Angelus
El Angelus es la repetición del encuentro del Angel con Nuestra Madre, en el cual le anunció su divina Maternidad. Recitarlo todos los dÃas a las doce o a las seis de la tarde, con pausa y atención, nos traerá la presencia de la Señora y su agradecimiento por su recuerdo. Como es una práctica breve, que suele tenerse en medio del trabajo y las ocupaciones del dÃa, conviene recoger nuestro pensamiento con intensidad, ponerlo en Nuestra Señora, recitarlo sin prisa y de memoria y aprovechar para renovar el ofrecimiento de nuestro trabajo y de nuestro amor a la Virgen.
d) El Escapulario de la Virgen del Carmen
Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen o alguna otra Medalla es señal de fe en su intercesión poderosa y sÃmbolo de nuestra alianza con Ella. El uso del Escapulario del Carmen ha de ir acompañado de una disposición consciente y devota, a la par de unas prácticas de piedad marianas que pueden reducirse (si no se llegó a otras más largas) a las tres Ave marÃas de la noche. En la ceremonia de imposición, el sacerdote recuerda que se debe recibir “impetrando a la SantÃsima Virgen que, con su gracia, (de Dios), lo lleves sin pecado, te defienda de toda adversidad y te conduzca a la vida eterna”.
e) Las Tres Aves MarÃas

En el Sábado podemos manifestarle de modo más intenso nuestro cariño
No acostarnos nunca sin rezar con devoción tres veces el AvemarÃa, es costumbre que puede valernos para que nuestros últimos pensamientos vayan hacia MarÃa que vela nuestro sueño y, con su poder, puede alejarnos al enemigo de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Repetimos pausadamente y con devoción las palabras que fueron pronunciadas por el Arcángel Gabriel y por Santa Isabel, y por las palabras del “Santa MarÃa” que le compuso, con veneración la Iglesia.
f) El sábado, dÃa de la Virgen
El sábado es tradicionalmente en la Iglesia el dÃa de la semana que se dedica a la Virgen, y en él podemos manifestarle de modo más intenso nuestro cariño, estando más pendientes de Ella a través de jaculatorias, miradas a las imágenes (se le pueden poner flores frescas ese dÃa a sus imágenes), recitando las oraciones tradicionales como son el “Acordaos”, “Oh Señora mÃa”, y especialmente la Salve.
g) La consagración a MarÃa
Un medio eficaz para vivir fielmente los compromisos del Bautismo es la consagración a MarÃa que puede hacerse de dos formas: considerando a MarÃa como Reina (consagración de esclavitud mariana) o bien, como Madre (de piedad filial mariana). A modo de ejemplo, señalamos las compuestas por: San Luis MarÃa Grignon de Monfort (Tratado de la Verdadera devoción a la Virgen) y, San Alfonso MarÃa de Ligorio (Las glorias de MarÃa).
h) Otras prácticas de piedad marianas
Las romerÃas o peregrinaciones a Santuarios o ermitas dedicados a la Virgen.
El mes de mayo, está dedicado a honrar a MarÃa. Su origen se remonta, en España, a San Alfonso X el sabio (siglo XIII). En este tiempo los niños suelen ofrecer flores a MarÃa, los adultos acostumbran hacer algún sacrificio diario, rezar el Rosario en familia, etc., y todos los fieles procurarán acercarse al Sacramento de la Penitencia para reconciliarse con Dios y tener su alma limpia como la de la Virgen.
El mes de octubre está dedicado a rezar el Santo Rosario, costumbre que surge en siglo XIX con ocasión de las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes, y que el Papa León XIII extiende a toda la Iglesia. En particular, se ha de promover el rezo del Rosario en familia pues, como enseña la Iglesia, la familia que reza unida permanece unida.
Las miradas a las imágenes de la Virgen, que se encuentran en las habitaciones, calles, iglesias (pequeña frase de amor en el interior de nuestra mente, con verdaderos votos de fe y amor, confianza y cariño con nuestra Madre).
Con MARIA TODO,rogad por nosotros