En un mundo cada vez más desarraigado y egoísta, registrar recuerdos de familiares, como las anécdotas de una abuela, se vuelve una forma valiosa de preservar la memoria y la identidad familiar. Este acto, reminiscentemente similar al antiguo «libro de Familia», permite mantener vivas las tradiciones y conectar generaciones, ofreciendo un contrapeso a la despersonalización y la rápida evolución tecnológica.

Vivimos cada día más en un mundo desarraigado: familias deshechas, desconocimiento de los propios orígenes y raíces, falta de tradiciones familiares, en definitiva despersonalización y egoísmo.
Encontré por casualidad en Facebook una firma que vende este libro, cuya idea es registrar recuerdos de la abuela, en pleno año 2024.
Me parece que no es una mala idea en absoluto.
Allí la abuela podría escribir anécdotas que a la postre servirán como valioso testimonio y podrán constituir una pequeña memoria familiar, que tornarán presente a la abuela, incluso una vez que Dios la haya llamado a Su presencia.
Me recuerda un poco al antiguo «libro de familia» a que hacía referencia Retif de la Bretonne en alguna de sus obras, y donde se registraban los hechos más notables del cotidiano de las familias, y servía como memoria para los venideros. Retif de la Bretonne fue un escritor del siglo XVIII y XIX que, en sus reflexiones sobre la vida cotidiana, subrayó la importancia de preservar los recuerdos y las memorias personales dentro del seno familiar. De hecho, en sus escritos defendió la creación de memorias personales, como una forma de reforzar la identidad y la conexión entre generaciones. En su tiempo, se valoraba mucho el concepto de mantener un «libro de familia» donde se registraban no solo los grandes eventos, sino también los pequeños momentos de la vida, como las experiencias de los niños, que marcaban las pautas del futuro.
Cuando yo era niño, conocí un librito que se tenía por cada niño en la familia, y se registraban pequeños acontecimientos de la infancia del niño: cuando fue al colegio, los amigos, los juguetes preferidos, cuando le salió el primer diente, enfermedades infantiles y un sin fin de datos anecdóticos.
Recuerdo haber ojeado este libro de mi infancia, años después, y lo grato que era tomar conocimiento de esas pequeñas cosas – a veces muy pintorescas e inocentes – que daban un gran color a la existencia de un niño y podrían ser indicativos de la orientación que la persona tomaría en la vida.
Como bien pueden imaginar, eran tiempos en que la TV no reinaba en las casas, como fue después, y menos aún internet…