Jacinta y Francisco: modelos universales de la niñez (Podcast)

El pasado sábado 13 de mayo, en la conmemoración del centenario de las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima, ocurrió un hecho sin precedentes en XX siglos de historia de la Iglesia: la canonización de dos niños de 9 y 7 años: los hermanos Francisco y Jacinta Marto.

Cuando la Iglesia eleva a los altares e incluye el nombre de una persona en la lista del santoral, Ella permite su culto público, con lo que la presenta como un modelo para todos los católicos del mundo hasta el fin del mundo, por haber practicado las virtudes “en grado heroico”.

Ahora, ¿cuáles pueden haber sido las virtudes heroicas de niños tan pequeños?

La cuestión no es baladí. La habitual inmadurez de la infancia fue levantada como un obstáculo para la beatificación y la canonización de Francisco y Jacinta Marto, por causa de un precedente. En 1932, cuando llegó a Roma el proceso de beatificación de Ana de Guigné, una niña de 11 años nacida en una familia noble e ilustre de Annecy, en Francia, el papa de entonces, Pio XI, confrontado por la primera vez con el caso de saber si niños podían practicar virtudes en grado heroico y ser beatificados, mandó estudiar el tema por una comisión de expertos y, después de recibir las conclusiones, mandó archivar sin seguimiento todos los procesos de beatificación de niños no mártires.

Resulta que Francisco y Jacinta Marto eran todavía más chicos que Ana de Guigné y, a pesar de eso, el proceso diocesano no paró y terminó llegando al Vaticano en 1981. La cuestión fue relanzada por la Congregación para las Causas de los Santos, pero esta vez, los expertos, no sólo en teología y espiritualidad, sino también en psicología, concluyeron que un niño podía perfectamente practicar, a su manera, virtudes heroicas y ser propuesto como modelo.

Con la canonización de los dos pastorcitos de Fátima se cumplió una pequeña profecía de San Pío X, cuando adelantó la primera comunión a los niños: “Gracias a la primera comunión precoz”, dijo el Papa, “vosotros veréis de aquí a poco santos entre los niños”. Efectivamente, poco más de un siglo más tarde la Iglesia canonizó no sólo uno, sino dos pequeños santos.

Volvamos entonces a la pregunta: ¿cuáles fueron las virtudes que los pastorcitos practicaron?

En nuestra opinión, dos virtudes sobresalen nítidamente del conjunto de aquellas brillaron en la vida de Santos Francisco y Jacinta.

La primera es la fe, bajo la forma de una gran apertura de alma para recibir un fenómeno tan extraordinario como es la aparición de la Madre de Dios, precedida por las apariciones del Ángel de Portugal. Quien es capaz de abrirse a un hecho que lo trasciende de tal modo, da señal de poseer una fe viva y de tener una grandeza de alma y de una “connaturalidad” con lo sobrenatural que son heroicas y un modelo para los adultos, a los que Nuestro Señor les dijo: “Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3).  De hecho, el hombre, marcado por el pecado original, a medida que crece, difícilmente es capaz de ir venciendo su propio egoísmo y sus propios pequeños intereses.

La segunda es la seriedad con que ellos se comportaron a partir de las apariciones del Ángel de Portugal y, sobre todo después del 13 de mayo de 1917, cuando la Virgen María se les apareció por la primera vez. Esa seriedad está representada en la fisonomía de ambos santos, en los escritos de Jacinta, en la resolución con que enfrentaron las persecuciones de las autoridades ateas y los sarcasmos de los que no creían y, poco tiempo después, una dura enfermedad y su muerte precoz.

Con posterioridad a las visiones de Fátima, Jacinta tuvo varias otras revelaciones, sobre las cuales ella escribió:

“Vendrán modas que ofenderán mucho a Dios (…) Las personas qué sirven a Dios no deben de ir con la moda. La iglesia no tiene modas. Nuestro Señor siempre es el mismo. (…) Los pecados del mundo son muy grandes. (…) Los pecados que más almas llevan al infierno son los pecados de la carne (…) Se ha de desencadenar según parece una guerra civil de carácter anárquico-comunista acompañada de saqueos muertes, incendios y devastaciones de todas clases. (…) ¡Madrina pida mucho por los sacerdotes por los religiosos! Los sacerdotes no deberían preocuparse más que de las cosas de la iglesia. (…) Los sacerdotes deben ser puros, muy puros.”

Absolutamente no es normal que una niña de sólo 7 años fuera capaz de tener una visión tan clara del presente y del futuro de la humanidad y de la crisis de la Iglesia, si no hubiera sido gracias a que la propia “Virgen se las enseñaba”.

En resumen, la Iglesia nos dio un mensaje a través de esta canonización. Los niños pueden ser heroicamente serios, puros y sabios; pues, detrás de estas vidas, lo que brilla es precisamente la virtud de la sabiduría, que es aquella que ordena la conducta de las personas de acuerdo a su fin eterno.

Estas consideraciones nos parecen especialmente oportunas para contraponerlas con las recientes instrucciones de la Superintendencia del Ministerio de Educación, que imponen, a nombre de la no discriminación, la promoción de la homosexualidad, el lesbianismo y otras conductas inmorales, a partir de la parvularia.

La oposición entre ambos “ideales” de la niñez no podría ser mayor. Y de esa oposición no puede dejar de producirse un enfrentamiento. Los hijos de las tinieblas odian a los hijos de la luz, y entre ellos no puede existir ningún tipo de coexistencia.

Por esta misma razón, el lobby homosexual que promovió las ordenanzas a favor de la agenda LGBT,  impartidas por el Mineduc, incluyó también en sus demandas, la reforma del decreto que rige las clases de religión, para adecuarlas a esta ideología de género.

El futuro de Chile y del mundo resultará de este combate entre aquellos que buscan que las virtudes practicadas por Santos Francisco y Jacinta Marto brillen en todos los niños, contra quienes pretenden pervertirlos incitándolos precozmente a toda clase de impurezas.

Sin embargo, los actuales protagonistas de este combate no son niños. Somos los adultos,  que como Ud. o como yo, debemos tomar posición al respecto.

Que los nuevos santos intercedan para que sepamos “pelear el buen combate” con toda la energía, la intransigencia y el ardor que son propias a María, Aquella que “sola exterminó todas las herejías”.

Muchas gracias por su atención y recuerde que puede seguirnos en www.accionfamilia.org y la próxima semana en el horario habitual en esta, su emisora.

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19/05/2017 | Por | Categoría: Formación Católica
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