La Sociedad Americana para la Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) examina la actual tendencia aislacionista en EEUU y sus peligros
Con el debilitamiento del orden liberal actual, surgen propuestas que sugieren cambios drásticos en las estructuras globalizadas que configuran el mundo. Muchos están recurriendo a movimientos nacionalistas y populistas que abogan por un enfoque de aislacionismo y por desvincularse de los compromisos globales para centrarse únicamente en problemas locales. En el contexto actual, esta visión no considera la imagen global más amplia y sus desafíos.
La Sociedad Americana para la Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) examina el aislacionismo y sus peligros, utilizando las enseñanzas sociales de la Iglesia para enriquecer el debate. En este contexto, el aislacionismo se presenta como una política que propone que Estados Unidos se retire de su rol de liderazgo mundial y se enfoque exclusivamente en sus intereses nacionales.
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El nacionalismo contemporáneo argumenta que el mundo ya no necesita naciones fuertes que protejan a las más débiles ni que defiendan el comercio internacional, la fe cristiana o el estado de derecho. Las naciones deberían buscar solo su propio interés, reemplazando el globalismo desenfrenado con una soberanía nacionalista. Según esta visión, el fin de la Guerra Fría ha dado paso a un mundo multipolar en el que las naciones deben seguir sus propios caminos independientes.
Sin embargo, la historia demuestra que el aislacionismo es insostenible. Los conflictos y las relaciones entre comunidades siempre surgen, requiriendo cooperación y sacrificio por el bien común. Eventos como el ataque a Pearl Harbor en 1941 ilustran cómo los problemas internacionales pueden superar la opción del aislamiento. Las amenazas a la paz global requieren alianzas y esfuerzos conjuntos de las naciones para mantener la seguridad internacional.
Desde una perspectiva católica, se argumenta que la verdadera comunidad de naciones se basa en principios morales universales y en la justicia que trascienden el interés propio. Esta perspectiva destaca que tanto los individuos como las naciones dependen de las interacciones y la cooperación mutua. El aislacionismo niega la necesidad inherente de comercio y cooperación internacional, que son fundamentales para el desarrollo y el bienestar global.
Además, el comercio internacional es esencial ya que permite el intercambio de bienes y servicios, y fomenta la interacción cultural y espiritual que enriquece a las naciones. Las reglas y mecanismos para facilitar el comercio y protegerlo también benefician a la comunidad global.
El aislacionismo ignora que la necesidad de intervenir en conflictos injustos o en crisis humanitarias, como desastres naturales o agresiones, es un deber moral que va más allá de los intereses nacionales inmediatos. Las naciones poderosas tienen una responsabilidad especial en ofrecer ayuda y proteger a las más débiles para preservar la paz y la justicia global.
En resumen, el aislacionismo, al centrarse únicamente en los intereses nacionales inmediatos, ignora la interdependencia y las obligaciones morales globales. Una comunidad de naciones unida y solidaria es esencial para enfrentar los desafíos globales y promover la paz y la justicia.
La política de no intervención en el ámbito internacional debe ser rechazada debido a su falta de carácter moral y su impacto negativo en la solidaridad entre naciones. Esta política favorece el interés propio sobre el bien común y permite agresiones injustas sin consecuencias. El Papa Pío IX criticó la no intervención por permitir violaciones de derechos y agresiones sin castigo, mientras que Heinrich Rommen advirtió que promueve el principio de «la fuerza hace el derecho,» perjudicando el orden internacional y limitando la acción diplomática y militar necesaria para asegurar la paz.
La comunidad de naciones no es una construcción artificial, sino una manifestación natural de la cooperación entre estados, fundada en la ley natural y el respeto mutuo. Esta comunidad, que se manifiesta de diversas formas, está perfeccionada por principios cristianos que enseñan la dignidad intrínseca de cada persona y la necesidad de extender la caridad y el respeto hacia los demás. La influencia cristiana en las leyes occidentales sigue siendo un factor crucial para la cohesión internacional, a pesar de las tendencias modernas que intentan eliminarla.
El aislamiento impide que los países perfeccionen su naturaleza social y sigan la ley natural, la cual demanda solidaridad y ayuda mutua para enfrentar injusticias globales. Los países deben estar dispuestos a intervenir y ayudar en tiempos de crisis, y la ausencia de Estados Unidos en la escena global podría beneficiar a naciones agresoras.
Estados Unidos, dada su posición económica y militar, tiene un papel vital en el mantenimiento del orden internacional. La política exterior debe centrarse en objetivos bien definidos y realistas, evitando ideales utópicos y agendas ideológicas que desvíen el enfoque de las normas naturales y cristianas.
Distintas amenazas globales, como el Comunismo, el expansionismo chino, el régimen de Putin en Rusia, y el islamismo radical, requieren una respuesta activa. La inacción o el retiro de Estados Unidos de su rol global podría llevar a un vacío que sería llenado por actores hostiles.
Graves son las consecuencias de no enfrentar estas amenazas y es necesario que Estados Unidos actúe con generosidad y sacrificio, confiando en la ayuda divina. Es urgente regresar a los principios morales y cristianos que han guiado a la nación, para evitar el caos y mantener la paz mundial.
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