Su ejemplaridad en el sufrimiento queda para los que le rodeamos como una verdadera enseña de lo que la Divina Providencia por medio de su Gracia puede sacar de cada uno de nosotros.
Para los más amigos, hoy les contaré algunos detalles más sobre los últimos tiempos que Luis del Sagrado Corazón estuvo con nosotros.
Allá por Noviembre del 2020 le diagnosticaron y comenzó el tratamiento para el Mieloma múltiple.
Por aquellos días un sacerdote amigo vino a darle la Extrema Unción, y le comentó: «Ahora Usted – Don Luis – comienza su militancia en el sufrimiento». Fue esa primera toma de contacto con esa noción que le dejó encantado y emocionado.
Conversamos mucho sobre ello a lo largo de los 3 años que nos esperaban. «Militancia en el sufrimiento».
Pues sí, efectivamente quizá sea la fase más noble de la vida de una persona.
Se dice por ahí que: «muchos trabajan, pocos son los que rezan, pero sufrir nadie quiere…». Y sin embargo las personas no consideran que el sufrimiento es la «moneda de oro» a los ojos de Dios.
Recuerdo que en no pocas ocasiones, Luis se lamentaba de no poder trabajar – a causa de la extrema debilidad – en sus quehaceres habituales de apostolado. Yo le decía: «no se inquiete, que Usted está haciendo ahora el trabajo que tiene que hacer: militar en el sufrimiento, y además lo está haciendo bastante bien…».
Hoy les presento esta fotografía del último año del cáncer.
En Ella se ve a Don Luis, yo diría que instalado en el sufrimiento con una cierta placidez. Durante todo el tiempo lo vi de muy buen conformar con la enfermedad. Lo que es algo difícilmente creíble, pues no pasaban en general más de 4 o 5 horas sin que algún malestar – a veces severo – le asaltase.
En casi todo momento se mostró varonil, valiente, fuerte y sobre todo lleno de Fe. Evidentemente también venían momentos de natural abatimiento, sobre todo yo creo que más físico que moral. Es propio de la patología.
En medio de una tan severa contingencia, él se encantaba con los abundantes paseos que dábamos (a partir de cierto momento en silla de ruedas). Siempre con bastante ánimo y contento de poder ver las flores; los pájaros; los árboles; las numerosas personas que nos saludaban y preguntaban: «¿cómo tan elegantes?»; los niños con sus inocencias y sus juegos; los perros o gatos graciosos que encontrábamos a nuestro paso; las bonitas fuentes de agua, que eran nuestras preferidas; también las altas montañas que aquí tenemos (él las miraba y me decía: «no sé si Usted siente lo que yo siento…». El tenía mucha admiración por la grandeza que reflejan las cumbres.)
En plano natural, estas cosas fueron – durante la enfermedad – su alivio y consuelo y también el mío, dado que nuestro trabajo fue siempre en equipo.
La verdad es que su ejemplaridad en el sufrimiento queda para los que le rodeamos como una verdadera enseña de lo que la Divina Providencia por medio de su Gracia puede sacar de cada uno de nosotros.
Juan Barandiarán
Me gustó mucho la frase de este Artículo que dice: «…Y sin embargo las personas no consideran que el sufrimiento es la «moneda de oro» a los ojos de Dios.»
Ciertamente Cristo, con su pasión y muerte en la cruz, le da otro sentido al sufrimiento; sin Su sufrimiento no hay redención; no hay salvación. Por eso, hay que pedirle humildemente a Dios la fe necesaria para cuando llegue el tiempo de la Prueba, que nos enseñe a sufrir serenamente a imitación de nuestra Madre Santísima al pie de la Cruz; ver en la adversidad una oportunidad maravillosa para unirse a Cristo crucificado, ofreciendo nuestro sufrimiento como «lo que le falta a su Pasión».
Estimado JUAN, ¡qué relato tan sanador!
Gracias a don Luis por su «militancia en el sufrimiento» y a ti por tu militancia fraterna que nos enseña a escribir Amistad con mayúscula.
Muchas gracias a todos, por sus bonitos comentarios
Qué hermosa es la verdadera amistad, basada siempre en el sacrificio, como todas las cosas que valen en esta vida. Muy simpático verles disfrutar con placidez de las pequeñas cosas: el murmullo de las fuentes, el canto de los pájaros, un perrito que pasa, alguien que saluda… Me recuerda el Cántico al hermano sol, de San Francisco.
Gracias por ofrecer estos relatos.
Los vi pasear muchas veces cerca de mi edificio. Siempre caballeros, siempre de buen humor. Particularmente finos, acogedores. Se echará de menos a estos amigos que hacían amable el barrio. Ahora lo veo solo a usted, Juan, y lo felicito por haber continuado su noble labor de informar y de dar testimonio de nobleza de espíritu.
Que hermoso leer esto querido Juan. Bien vale la pena decía un santo. Abrazos a los amigos de acción familia