Navidad Chouan durante la Revolución francesa
20/12/2024 | Por Acción FamiliaUna narración que muestra los efectos de las gracias de Navidad en otros tiempos, incluso sobre las personas más desalmadas. ¿Qué podemos decir de nuestros tiempos?
Una narración que muestra los efectos de las gracias de Navidad en otros tiempos, incluso sobre las personas más desalmadas. ¿Qué podemos decir de nuestros tiempos?
Nunca podremos deplorar suficientemente este negro y miserable flagelo, que a finales del siglo XVIII, escondido bajo el nombre mentiroso de filosofía, había pervertido las mentes y corrompido la moral y que llenó Francia de asesinatos y ruinas.
¿La verdadera fraternidad resulta de una igualdad completa? ¿O más bien de una igualdad fundamental templada por una escala de valores diversificados y jerarquizados?
San Luis María Grignion de Montfort y Sta. Margarida María Alacoque, la devoción al Sagrado Corazón y a la Santísima Virgen María, remedios para la crisis de hoy
Algo que la Historia registra, y que la Teología de la Historia indica como cierto, es que los grandes desastres de los pueblos son castigos. Este es un principio incuestionable de la Teología de la Historia. Cuando una nación sufre una catástrofe mayor, esto es un castigo. El principio no se aplica a los hombres,
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Las enseñanzas más esenciales de León XIII sobre los acontecimientos históricos de los tiempos modernos (una Teología de la Historia) y el Pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira.
Este gran apóstol supo alternadamente dialogar y polemizar, y en él el polemista no impedía la efusión de las dulzuras del Buen Pastor, ni la mansedumbre pastoral aguaba los santos rigores del polemista.
La Revolución no quiso destruir sólo la nobleza y el clero, sino incluso el pueblo. En efecto, las mentalidades modeladas por la Revolución de 1789, aunque proclaman la dignidad de la condición de plebeyo, de hecho se avergüenzan de ella.
Las instituciones católicas, porque son de origen sobrenatural, tienen una fuerza extraordinaria. No pueden ser destruidas Por sus representantes son totalmente fieles a su misión. Para destruirlas, la Revolución utiliza dos máquinas: la putrefacción interna de nuestras filas: esta es la máquina decisiva; y otra, la que derriba la muralla podrida.
Es una ilusión peligrosa pensar que un hombre o un sistema puedan sacarnos de un día a otro de la crisis en que estamos, y devolver a nuestro país su estabilidad y grandeza. La caída es muy profunda y viene desde muy lejos. No existe camino de salvación a no ser el de las virtudes morales y sociales.