Al prestar atención en esa fisonomía, vemos a una persona que dedicó su vida, en cuerpo y alma a un ideal: Inglaterra.
Ella misma declaró cuando subió al trono, que todos los días de su vida serían eso.
Lo esencial de su trabajo no era tanto presidir las ceremonias oficiales, sino preservar la mística real … habiendo descartado completamente la idea de retirarse como un funcionario, y con la serena conciencia de haber sido coronada en Westminster como Reina de un gran País, ella decidió morir en el trono.
Hasta su último día ella fue un icono atemporal que despreció las modas; una figura maternal protectora, una especie de Madre bondadosa de la nación.
La Reina Elizabeth permitió a los británicos creer siempre que su destino era fuera de lo común. Esta es la razón por la cual ellos iban a celebrar con fervor sus aniversarios de reinado que estuvo marcado por un sentido profundo del deber.
Su ejemplo, único en la Historia, desde su abuela la reina Victoria que reinó 64 años, forzó la admiración de todos.
Se cuenta incluso que quiso convertirse al Catolicismo, pero que fue disuadida de su intención por altas autoridades Vaticanas.
¡Haya querido Dios salvar a la Reina!