La belleza de las desigualdades armónicas

Santo Tomás enseña que Dios no podría haber creado todas las criaturas iguales, porque ninguna criatura tiene la posibilidad de reflejar adecuadamente la belleza de Dios, porque la criatura es limitada y Dios es infinito.

La desigualdad en el collar de perlas. La belleza de las desigualdades armónicas
Collar de perlas Gradue o chute

Hace muchos años leí una noticia de periódico que me dejó un poco sorprendido. Porque hace muchos, muchos años atrás, naturalmente, tenía una cierta inexperiencia de algunas cosas, y no atinaba con otras. Leí la historia de una princesa rusa que con ocasión de la revolución bolchevique logró escapar (de Rusia) llevando escondido sólo un collar enorme con magníficas perlas. Eran perlas que se llaman «chute», – quiere decir, «en caída» – en que las menores atrás eran pequeñitas y luego iban creciendo, creciendo, iguales de los dos lados hasta llegar a un perla central enorme.

La belleza de este tipo de collar es que es muy difícil hacer una colección con perlas iguales de ambos lados y todas ellas teniendo ‒cada una en relación a la anterior y la posterior‒ la misma diferencia. Con perlas falsas, de fábrica, se hace con facilidad, incluso con las perlas cultivadas japonesas no es difícil. Pero la perla verdadera de Oriente; coger miles de perlas para escoger en medio de ellas las que constituyen una “chute” evidentemente es una cosa muy difícil. Sobre todo si todas las perlas son de la misma blancura, de la misma claridad, etc., etc. ¡Eso tiene un valor extraordinario!

Entonces contaba allí que la princesa ‒ella necesitaba vivir‒ fue a Suiza y tenía la esperanza de que el régimen comunista cayera pronto. Era una princesa aburguesada naturalmente, y esperaba que el Comunismo cayera pronto.

Entonces ella buscó un joyero judío de la ciudad donde ella vivía y ella hacía así: iba cortando las perlas de dos en dos. Y cada vez, por ejemplo, 15 días, ella gastaba una perla. En un mes había gastado el producto de dos perlas. Ella vendía dos perlas y siempre al mismo joyero. Y el joyero pagaba perla por perla y pagaba el precio corriente, perla por perla.

Pero el joyero era muy sagaz, mucho mejor político que la princesa. Basta decir que era judío y la princesa no era. El resultado, él sabía que el comunismo no iba a caer y comprendió que el collar entero iba a parar en su mano.

Cuando la princesa vendió la última perla, la perla grande, él reconstituyó el collar, fue a un centro de joyeros grande de Suiza y vendió por una fábula, más caro de lo que había comprado. Entonces le acusaron de chantaje, de robo.

‒ «Usted explotó la inocencia, la falta de expediente comercial de esa señora».

‒ «No, no exploté, fue un negocio que hicimos con base en la política. Ella tenía una opinión política y organizó la venta de su collar de acuerdo a su opinión. Yo tenía otra opinión política y organicé la compra en base a mi opinión. Si el comunismo hubiera caído, ella habría hecho un buen negocio, porque durante mucho tiempo salvó parte importante de su collar. Como el comunismo no caía quien hizo el buen negocio fui yo”.

La majestad de la rosa La belleza de las desigualdades armónicas
La majestuosa rosa

Quedé medio intrigado. ¿Cómo el conjunto de las perlas puede valer tanto más que la suma de las perlas? Porque ese era el caso: sumadas todas las perlas no valía lo mismo que las perlas vendidas como colección.

Es precisamente por la extraordinaria rareza de encontrar las perlas que hicieran esa armonía. Aquí estaba lo principal, lo mejor, lo más artístico, y lo que valía más dinero y era donde el beneficio del joyero estaba. Él había pagado perla por perla por su verdadero valor, el conjunto valía mucho más que perla por perla. Esta es la belleza.

Una pequeña perla en el collar, ¿qué belleza hay en que esa perla sea pequeña? ¿No sería más bonito que ella fuera grande también? Los entendidos creen que esos collares así como el «chute», «en caída», son mucho más poéticos que de los collares en que todas las piedras son iguales y forman aquellas bolas iguales. Es intuitivo que es así

De manera que llegamos hasta esa paradoja: – un collar con 50 perlas armónicamente desiguales es un collar más bonito que un collar con 50 perlas iguales; incluso con 50 perlas iguales pero más grandes. Puede ser que valga más uno de 50 perlas iguales a las más grandes, pero como belleza artística el collar con perlas desiguales tiene una belleza artística mayor.

¿Por qué Dios estableció desigualdades en la sociedad?

Entonces cuál es la belleza de la pequeña perla? La belleza de la pequeña perla en ese collar consiste exactamente en la desigualdad. Ella forma parte de un todo desigual armónico. En ese todo desigual armónico la belleza de ella es de ella ser exactamente tan pequeña que ella vaya bien después de una y tan grande que ella vaya bien después de la otra. Y en esa armonía, en ese trazo de unión que forma entre dos perlas de tamaño más violentamente desigual que está el pulchrum de ella. Es un pulchrum todo hecho de correlaciones.

Si lo aplicamos al universo que Dios creó, Santo Tomás de Aquino enseña exactamente eso. Y lo que los joyeros y los artistas piensan acerca de esos collares de perlas desiguales, es precisamente lo que Santo Tomás de Aquino enseña acerca del mundo.

Él enseña que Dios no podría haber creado todas las criaturas iguales, porque ninguna criatura tiene la posibilidad de reflejar adecuadamente la belleza de Dios, porque la criatura es limitada y Dios es infinito. Y para dar una idea de la belleza de Dios sería preciso que hubiera criaturas desiguales, cada una reflejando a Dios a su manera. Pero siendo desiguales, para reflejarlo tendría que formar una jerarquía, porque toda diferencia da en desigualdad. Donde el pulchrum de la jerarquía consiste en que la desigualdad armónica, sin saltos, sin desproporciones, sino una desigualdad proporcionada, por esa desigualdad armónica se afirma la belleza de Dios en la Tierra.

La belleza de las desigualdades armónicas
La pequeña miosotis

Entonces, por ejemplo, en el reino de las flores. La belleza de Dios no podría expresarse igualmente en una enorme rosa y en un pequeño miosótis porque el miosótis tiene un cierto encanto por el que la gente mira aquello y sonríe. Una rosa majestuosa no provoca la misma sonrisa. Ahora bien, algo de la belleza de Dios, por donde Dios es infinitamente gracioso no se puede expresar en la rosa, se puede expresar en el miosótis. Era necesario que existiera la rosa y el miosótis en el mundo vegetal para tener una idea de conjunto de los predicados de Dios.

Así podemos hablar sobre todas las otras flores que hay. Y esto se aplica también a los hombres. Los hombres deben ser desiguales porque es así como expresan mejor a Dios. Si ustedes desean tomar la mentalidad del hombre más inteligente de nuestro siglo, Winston Churchilll, ustedes lo comparan con el hombre más tonto de nuestro siglo, uno que sea sin culpa propia casi un débil mental, la razón está en un estado de crepúsculo. Pero cada uno refleja a Dios a su modo, incluso el que es tonto, en lo que no es tonto, refleja a Dios de alguna manera que Churchilll no expresaba. Él es un miosótis del reino humano, que expresa a Dios de un modo que Churchilll no expresaba.

¿Cuál es la belleza del menor? Es que junto con otro da la belleza de Dios.

Plinio Corrêa de Oliveira

Conversación con cooperadores jóvenes de la TFP (Sin revisión del autor, Extracto.)

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03/07/2024 | Por | Categoría: Formación Católica
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