Ambigüedad, herejía y odio a Dios

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Papa Pío VI, es necesario desenmascarar la herejía que se camufla «bajo el velo de la ambigüedad»

Los católicos hoy se sienten confundidos por la proliferación de interpretaciones ambiguas sobre la doctrina católica. Veamos cómo la ambigüedad ha sido siempre utilizada por los herejes para perder las almas.

Al hombre no se le dio la palabra para ocultar sus pensamientos, [1]sino para expresar la verdad. Sin embargo, para difundir sus errores, los herejes ocultan la profundidad de su pensamiento, encubriéndolo en la oscuridad para que solo los iniciados los entiendan.

La ambigüedad siempre fue usada por los herejes

En general, un hereje utiliza las oscuridades de la ambigüedad para engañar a los fieles, al igual que los búhos y otras aves de presa nocturnas aprovechan la oscuridad de la noche para sorprender a sus presas. Esto es lo que hicieron los herejes jansenistas cuando intentaron escapar de la condena a través de metamorfosis sucesivas. Sus trucos no escaparon a la vigilancia del papa Pío VI. En su Bula Auctorem Fidei, del 28 de agosto de 1794, denuncia a los promotores del Sínodo de Pistoya de la siguiente manera: [2]

“Ellos conocían bien el arte malicioso de los innovadores, quienes, temiendo ofender a los oídos católicos, intentan encubrir sus trampas con palabras fraudulentas para que el error, oculto entre el sentido y el significado (San León el Grande, Carta 129, de la edición de Baller), se insinúe más fácilmente en la mente y ‒después de haber alterado la verdad de la oración por medio de una adición o variante muy breve‒ el testimonio que debería traer la salvación pueda, después de una cierta modificación sutil, conducir a la muerte.”[3]

¿In Dubio pro Reo?

¿La ambigüedad protege a un hereje de la condenación? ¿Le evita que sea denunciado?

Algunos católicos creen que si una proposición permite una buena interpretación, entonces, a pesar de su manifiesto significado erróneo, no se puede tomar ninguna medida canónica contra ella o su autor. «In dubio pro reo«, dicen.

De hecho, si se trata de una sola declaración ambigua, o solo de unas pocas, se pueden atribuir a una mala elección de las palabras, a una improvisación penosa, a la fatiga o a alguna otra explicación razonable de este tipo.

Sin embargo, cuando las ambigüedades son continuas, repetidas y, además, acompañadas de actos, gestos, actitudes y omisiones que confirman la interpretación errónea de las declaraciones, se puede concluir legítimamente que este es su verdadero significado. En este caso, ya no hay duda sobre su significado. Por lo tanto, el axioma in dubio pro reo no se aplica. [4]

Desenmascarando a la herejía camuflada «Bajo el velo de la ambigüedad»

Por lo tanto, como afirma el Papa Pío VI, es necesario desenmascarar la herejía que se camufla «bajo el velo de la ambigüedad». Esto se hace exponiendo su verdadero significado:

«Contra estos escollos, que desafortunadamente se renuevan en todas las edades, no se establecieron mejores medios que exponer las frases que, bajo el velo de la ambigüedad, envuelven una peligrosa discrepancia de sentidos, señalando el significado perverso bajo el cual se encuentra el error que la Doctrina Católica condena.” [5]

El derecho eterno y natural: fundamento de la moral y el derecho

Esto es precisamente lo que hizo San Pío X con el Modernismo. En su encíclica Pascendi Dominici Gregis, el Papa mostró cómo las declaraciones ambiguas, confusas y sospechosas de los modernistas formaban un sistema coherente y herético, cuando analizadas en su conjunto y desde la perspectiva de su filosofía inmanentista subyacente:

«Y como una táctica de los modernistas (así se les llama vulgarmente, y con mucha razón), táctica, a la verdad, la más insidiosa, consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes; ante todo, importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas en un conjunto, y hacer ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos indicar después las causas de los errores y prescribir los remedios más adecuados para cortar el mal.” [6]

Relativismo en púlpitos y confesionarios, consecuencias trágicas

Además de desenmascarar el significado herético subyacente de las declaraciones ambiguas, los actos, gestos, actitudes y omisiones de alguien que es sospechoso de herejía deben analizarse para ver si confirman o no la desviación doctrinal y la intención de favorecer el error.

Herejía y odio de Dios

Para comprender mejor la gravedad de la enseñanza ambigua, debemos considerar la gravedad del pecado de herejía.

En nuestros días dominados por el relativismo, y con el diálogo ecuménico e interreligioso que se presenta como la nueva norma de la fe, las nociones de verdad y error, bien y mal, se vuelven cada vez más borrosas. Con esto, la noción de la gravedad de la herejía y sus consecuencias se ha perdido casi por completo.

Gravedad del pecado de herejía

El pecado de la herejía participa del pecado más grave, el odio de Dios. Debido a que la herejía, siendo un rechazo de la verdad revelada, constituye un acto de rebelión contra Dios, por cuya autoridad creemos en lo que Él ha revelado. Al rechazar la verdad revelada, un hereje sustituye a Dios por sí mismo.

Santo Tomás de Aquino explica que «la herejía es una especie de incredulidad, que pertenece a aquellos que profesan la fe cristiana, pero corrompen sus dogmas».[7] La herejía «se vuelve voluntaria por el hecho de que un hombre odia la verdad que se le propone». Por tanto, «es evidente que la incredulidad deriva su pecado del odio a Dios, [8] cuya verdad es el objeto de la fe».[9] A su vez, el odio a Dios «es el pecado más grave» y «es principalmente un pecado contra el Espíritu Santo.”[10]

«Sin fe, es imposible agradar a Dios»

La herejía destruye la vida sobrenatural, porque separa al hereje de la fuente de la gracia, que es Dios. El hereje «tiene la intención de afirmar a Cristo, pero fracasa en su elección de las cosas en las que confiesa a Cristo, porque no elige lo que Cristo realmente enseñó, sino las sugerencias de su propia mente». [11] En consecuencia, incluso si un hereje acepta algunas verdades reveladas, su creencia no es un acto de obediencia a Dios, sino un acto de aceptación de lo que ha elegido. Por lo tanto, él sobrepone su voluntad a la Divina Voluntad. Su fe es puramente humana, sin valor sobrenatural.

Ahora bien, San Pablo enseña ‒y esta enseñanza es repetida por el Magisterio de la Iglesia [12]‒ que “sin fe, es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11: 6). Por lo tanto, al adherirse a la herejía y abandonar la fe sobrenatural, el hereje rompe con Dios, pierde la vida sobrenatural y toma el camino de la condenación eterna.

Un hereje debe ser evitado

Dada la extrema gravedad el pecado de herejía y el peligro de ser influenciado por un hereje, el Apóstol hizo una seria advertencia a los Gálatas: » Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!» (Gal. 1:8).

Completa su pensamiento en la Epístola a Tito: «Al sectario, después de una y otra amonestación, rehúyele; ya sabes que ése está pervertido y peca, condenado por su propia sentencia.» (Tit. 3: 10-11).

Del mismo modo, San Juan, el Apóstol del Amor Divino, ordenó: «Si alguien no permanece en la enseñanza de Cristo… no debes recibirlo en tu casa ni saludarlo» (2 S. Juan 9-10).

Ambigüedad y odio de Dios.

La ambigüedad doctrinal y moral ‒especialmente en los actos y documentos del Magisterio‒[13], es algo muy serio, que debe tratarse con la misma severidad que una herejía que es profesada abiertamente. Más bien, incluso más severamente, ya que se abre paso a escondidas. La ambigüedad oculta la herejía y conduce a la herejía. En otras palabras, lleva a los fieles al odio a Dios.

Fuente: TFP Americana, Luiz Sérgio Solimeo


[1] “El hombre recibió la palabra para disfrazar sus pensamientos». Esta declaración cínica se atribuye a Charles-Maurice Talleyrand (1754–1838), el obispo apóstata notorio, que se convirtió en un político y diplomático y se puso al servicio de la Revolución Francesa y Napoleón Bonaparte.

[2] El Sínodo de Pistoya fue un sínodo diocesano de 1786 convocado por el Obispo Scipione de ’Ricci. Quería reformar la Iglesia Católica usando las doctrinas del jansenismo.

[3] Pío VI, Bula Auctorem Fidei, 28 de agosto de 1794, http://w2.vatican.va/content/pius-vi/it/documents/bolla-auctorem-fidei-28-agosto-1794.html. (traducción nuestra.)

[4] Véase Arnaldo Vidigal Xavier da Silveira, “No solo la herejía puede ser condenada por la autoridad eclesiástica”, en Can Documents of the Magisterium of the Church Contain Errors? Can the Catholic Faithful Resist Them? (Spring Grove, Penn.: The American Society for the Defense of Tradition, Family and Property, 2015).

[5] Pío VI, Auctorem Fidei.

[6] Pío X, encíclica Pascendi Dominici Gregis, 3 de julio de 1907, http://w2.vatican.va/content/pius-x/es/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_19070908_pascendi-dominici-gregis.html.

[7] S. Tomás de Aquino, Summa Theologica, II–II, q. 11, a. 1, c.

[8] Uno podría objetar que el hombre no puede odiar a Dios como su propio bien supremo y fin último, lo cual es cierto. Pero el Doctor Angélico explica que «Dios puede ser objeto de odio para algunos, en la medida en que lo ven como prohibiendo el pecado e infligiendo un castigo» (II–II, q. 34, a. 1, c).

[9] Ibid., II-II, q. 34, a. 2, ad 2.

[10] Ibid., II–II, q. 34, a. 2, corpus and answer ad 1.

[11] Ibid., II–II, q. 11, a. 1, c.

[12]Concilio de Trento, «Decreto de Justificación», cap. 7; Concilio Vaticano I, Dei Filius, cap. 3, «Sobre la fe», no. 5.

[13] Como señala Pío VI: «Si esta forma de disertación torcida y errónea es viciosa en cualquier manifestación oratoria, de ninguna manera debe practicarse en un Sínodo, cuyo primer mérito debe consistir en adoptar, en su enseñanza, una expresión tan clara y límpida que no deja lugar para objeciones peligrosas ”. Pío VI, Auctorem Fidei..

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20/06/2023 | Por | Categoría: Crisis de la Iglesia
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