De la constitución apostólica MunificentÃssimus Deus del Papa PÃo XII
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Con esta constitución apostólica, el Papa PÃo XII proclamó el dogma de la Asunción el 1 de Noviembre de 1950.
Tomado de la Liturgia de las Horas del 15 de Agosto. (AAS 42 [19501, 760-762. 767-769)
Tu cuerpo es santo y sobremanera glorioso
Los santos Padres y grandes doctores, en las homilÃas y disertaciones dirigidas al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de este hecho como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y -lo explican con toda precisión, procurando, sobre todo, hacerles comprender que lo que se conmemora en esta festividad es, no sólo el hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen MarÃa no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte y su glorificación, a imitación de su hijo único, Jesucristo.
Y, asÃ, San Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición, comparando la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás dotes y privilegios, afirma, con elocuencia vehemente:
“ConvenÃa que aquella que en el parto habÃa conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. ConvenÃa que aquella que habÃa llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. ConvenÃa que la esposa que el Padre habÃa desposado habitara en el tálamo celestial. ConvenÃa que aquella que habÃa visto a su hijo en la cruz y cuya alma habÃa sido atravesada por la espada del dolor, del que se habÃa visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre. ConvenÃa que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda criatura como Madre y esclava de Dios.”
Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el cuerpo de la Virgen MarÃa, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque asà lo pedÃa no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal:
“Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y participe de la vida perfecta.”
Otro antiquÃsimo escritor afirma:
“La gloriosÃsima Madre de Cristo, nuestro Dios y salvador, dador de la vida y de la inmortalidad, por él es vivificada, con un cuerpo semejante al suyo en la incorruptibilidad, ya que él la hizo salir del sepulcro y la elevó hacia si mismo, del modo que él solo conoce.”
Todos estos argumentos y consideraciones de los santos Padres se apoyan, como en su último fundamento, en la sagrada Escritura; ella, en efecto, nos hace ver a la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y solidaria siempre de su destino.
Y, sobre todo, hay que tener en cuenta que, ya desde el siglo segundo, los santos Padres presentan a la Virgen MarÃa como la nueva Eva asociada al nuevo Adán, Ãntimamente unida a él, aunque de modo subordinado, en la lucha contra el enemigo infernal, lucha que, como se anuncia en el protoevangelio, habÃa de desembocar en una victoria absoluta sobre el pecado y la muerte, dos realidades inseparables en los escritos del Apóstol de los gentiles. Por lo cual, asà como la gloriosa resurrección de Cristo fue la parte esencial y el último trofeo de esta victoria, asà también la participación que tuvo la santÃsima Virgen en esta lucha de su Hijo habÃa de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, ya que, como dice el mismo Apóstol: Cuando esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: “La muerte ha sido absorbida en la victoria.”
Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Jesucristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allà como Reina a la derecha de su Hijo, el Rey inmortal de los siglos.
Fuente: http://www.corazones.org/